Querida Arlene: Nos conocemos hace 26 años (¿bastante tiempo no?),
debo aclarar que ninguna de las dos decidió conocerse, no nos elegimos mirando
fotos en Facebook ni nos enviamos la solicitud de amistad, nada de eso. Tú de
la manera más firme y embargada por un enorme amor decidiste tener una hija (la
segunda) pese a los miles de problemas que eso podría ocasionarte, pese a eso
decidiste ser mamá por segunda vez, mientras que yo me iba formando en tu
vientre, del cual salí 9 meses después y como para que tengas idea de lo
rebelde que iba a ser y las canas verdes que te iba a sacar, decidí a última
hora cambiar de posición y lo que sería un parto natural se convirtió en una
cesárea ( rebelde la enana ésta). No recuerdo tu cara cuando me viste por
primera vez (creo que nadie recuerda eso) pero te imagino con tu cabello rojo,
tus pecas en el rostro y con sonrisa de oreja a oreja enseñando tus dientes de
coneja, estoy segura de que eras feliz (¿lo eras verdad?). Mis primeros años en aquel país de Europa
(porque para que el resto lo sepa nací en ese viejo continente), deben haber
sido los mejores de mi vida, me he visto en fotos y me veo sonriendo, vistiendo
vestidos de bobos y gorritos (que ahora sé que los hacías tú), a lado de mi
hermano. Pocas veces hemos hablado de mi niñez, aquel año 2002 cuando
regresamos a ese país, me enseñaste el parque donde me llevabas a jugar, me
presentaste al Oti (mi abuelito rumano) y me enteré que una de mis primeras
palabras fue “basura” (creo que fue un
presagio para mi vida futura jaja).
No recuerdo mucho de eso (por no
decir que no recuerdo nada) pero estoy segura que fui feliz, en las fotos
sonrío mucho. Al llegar a este país las cosas cambiaron mucho, tú trabajas de
sol a sol en aquel pueblito de la sierra, mi hermano y yo solo queríamos jugar
y gracias a Dios encontramos gente muy buena que con el tiempo se convirtió en
una familia más, quienes me cuidaron, aguantaron mis berrinches y hoy me tratan
como una hija más. Desde ahí solo te recuerdo trabajando en los pueblos de la
sierra, atendiendo mujeres, ayudando a
traer hijos al mundo y con muy poco tiempo para mi (cosa de la que siempre me
he quejado). Pero siempre fui aquella ratona que iba detrás de ti, me has
llevado a tus viajes por la sierra, costa y selva, debo admitir que mis mejores
aventuras han sido a tu lado, he viajado en avión, helicóptero, lancha, yate y
hasta resguardada por militares, algún día escribiré un libro de todo eso.
Sé que siempre me he quejado del poco
tiempo que me has dado, pero ahora hice un flashback en mi memoria y me
encontré con todas esas aventuras, con todas las veces que me has llevado de la
mano a todos lados, nunca me dejabas y cuándo tuviste que hacerlo, me dejaste
las indicaciones necesarias para defenderme sola. Cuando Piero nació, mi vida
cambió y mis responsabilidades también, dejé las muñecas por el muñeco de mi
hermano y aprendí de la manera más madura a cuidarlo y ayudarte. Años después
nació Julia y me convertí en la hermana mayor, esa a la que se acude cuando se
hace una travesura y no se lo quieren decir a mamá, esa que acompañaba al nido,
al colegio, la que peinaba, vestía y de vez en cuando carajeaba, me convertí en
tu representante, mientras tú seguías trabajando día a día para darnos todo lo
que necesitábamos para seguir creciendo y aprendiendo.
Es cierto, puede que nos hayamos perdido
muchas cosas la una de la otra, puede que pocas veces estuviste en mis
actuaciones por el día de la madre, que no ibas a mis reuniones del colegio,
mucho tiempo andaba enojada contigo por eso, mucho tiempo, pero un día dije
¡Qué carajos, se rompió el lomo porque yo llegara a ser quien soy!, quizá te
perdiste muchas cosas pero me enseñaste a crecer, me diste responsabilidades y sobre todo
confiaste en mi siempre, me confiaste la vida de mis hermanos, las decisiones
de la casa y eso, fue justamente eso lo que me enseñó a ser independiente y
fuerte. Siempre recuerdo tu frase: ¡Con sentimentalismos no vas a lograr nada!,
te escuchaba y decía: que dura esta mujer, pero con el paso de los años, comprendí
a qué tipo de sentimentalismos te referías.
Debo decir firmemente que estoy
orgullosa de tenerte como madre, de ver cómo a tus 50 y algo de años vas por tu
segunda maestría, logrando tus proyectos que nacieron en la selva y que con
mucho esfuerzo se van haciendo realidad, ver que pese a tener la columna
operada sigues haciendo guardia en el hospital y trabajando los feriados como
siempre desde que tengo uso de razón. Y sobre todo de ver cómo has logrado
compenetrarte tanto con mis hermanos que hoy ya no son chiquitos, sino más
grandes que nosotras.
No suelo ser muy expresiva, los
abrazos que te he dado han sido pocos, pero han sido de corazón, mis TE QUIERO
han sonado en tu oído casi como susurros, pero sabes que sinceramente TE QUIERO
CON TODA MI ALMA. Sé que he muchas veces soy dura, que no hago caso cuándo me
dices que debería ir a estudiar lejos de aquí, que debo escribir un libro, que
debo hacer esto y lo otro y yo me enojo y no te hago caso, sé que solo lo dices
porque quieres lo mejor para mi. Es cierto, me duermo en mis laureles y muchas
veces me conformo con lo que tengo, pero debo seguir creciendo y créeme que lo
haré (por ahora no, déjame descansar pe’). Pero quiero agradecerte infinitamente por todo
lo que me has dado y por lo que no también, gracias por haber dejado que
aprenda a valerme por mi misma, que me cayera miles de veces sola para aprender
a manejar bicicleta, por haberme enseñado como ir a comprar al mercado o las
medicinas cuando te enfermaste, por dejarme hacer la tareas sola pero haberme
hecho repasar matemáticas toda una madrugada para salvar el curso. Por haberme
dejado ir a todos lados y también por haberme negado el salir a la calle,
aprendí mucho. Por haber aceptado mis gustos amorosos (aunque a ti no te
gustaban jajaja) y sobre todo gracias por haberme dejado seguir mi camino para
estudiar lo que tanto quería, sé que la forma en la que tomé esa decisión no
fue la más adecuada y que te lastimé mucho, pero tu sonrisa cuando me viste
después de haberme graduado es algo que no se me borrará de la memoria jamás.
Ojalá nuestra inmensa fe en la
Virgen de la puerta te hiciera inmortal, pero sé que no aunque este no es
momento para pensar que un día te irás, no quiero ni imaginarlo. Nos falta
hacer muchas cosas juntas, muchísimas, debemos regresar a ese país que me vio
nacer, quiero ir al teatro contigo, a un concierto de Juan Luis Guerra, de
viaje tú y yo solas para hablar de muchas cosas de las que aún no hemos
hablado. TE QUIERO gruñona es algo que no cambiará así discutamos por teléfono
miles de veces más, gracias por todo, gracias por preocuparte por mis
enfermedades, gracias por ser tú, así tal y como eres.
Con todo el amor del mundo
Tu hija que un día se fue de casa
Con todo el amor del mundo
Tu hija que un día se fue de casa